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Discriminación laboral y mujeres con discapacidad visual

La discapacidad sin duda es un obstáculo para que las personas consigan trabajo. Específicamente las personas con discapacidad visual, sólo un 38,9% logran el quintil V, es decir, ganar un sueldo mayor a $286.000 pesos. ¿Qué pasa cuando además le agregamos la variable de ser mujer? 

La mayoría de las mujeres enfrenta desigualdades en el ámbito laboral, como bien lo demuestra un sinnúmero de estudios. Estas desigualdades se destacan principalmente en la brecha salarial de género, donde las mujeres perciben ingresos significativamente inferiores a los hombres por el mismo trabajo. La segregación ocupacional, que ubica a las mujeres en sectores y puestos de trabajo menos valorados y remunerados, mientras que los hombres predominan en áreas de mayor poder y salario. El techo de cristal que impide a las mujeres acceder a altos cargos, a pesar de su experiencia y cualificación; y la consiguiente ausencia de mujeres en puestos de liderazgo, directorios y consejos.   

Discapacidad y mujer

Las labores domésticas y de cuidado son la principal razón porque muchas mujeres no pueden desarrollarse profesionalmente o terminar sus estudios. Según el Estudio Women in Work Index 2024, en Chile del total de mujeres que tienen un empleo, un promedio de 78,70% trabaja a tiempo completo, mientras que en el caso de los hombres, la cifra alcanza el 89,49%, significando una diferencia de 10,7 puntos porcentuales. Si sumamos la discapacidad, las cifras se disparan:

Existen 4.837.127 personas ciegas y con baja visión en Chile, de ellas 3.029.884 son mujeres. Más del 20% de las mujeres con pérdida de visión no completó la educación básica, y no pudieron hacerlo por razones asociadas a tener que trabajar, ayudar en la casa o dedicarse al cuidado de alguien más. Así, sólo el 39,7% de las mujeres con pérdida de visión tiene un trabajo, en comparación con el 58,1% de los hombres. (Datos Estudio ENDIDE 2022 – Encuesta de Discapacidad y Dependencia).

Aun en el siglo XXI existen muchos mitos en torno a las mujeres en el ámbito profesional, y se puede seguir escuchando que las mujeres van a “desordenar” el ambiente laboral, porque son más “copuchentas” y distraen a los hombres. Stefany Cespedes, Coordinadora de Inclusión Laboral de Fundación Luz profundiza “existe un estigma social frente a una persona que tiene discapacidad visual, el que se acrecienta si la persona es mujer. Hay una tendencia a creer que las mujeres son más delicadas o sensibles, y que no se van a adaptar bien, entonces las jefaturas prefieren contratar hombres. Y otro tema muy importante tiene que ver con la flexibilidad horaria, porque muchas de estas mujeres son también cuidadoras o madres, no cuentan con red de apoyo, y en ese sentido, cuando hay ofertas de trabajos que son flexibles, esta facilidad se suprime a las mujeres con discapacidad visual, aún existiendo la Ley de conciliación de vida, laboral y familiar. Se justifican diciendo que la naturaleza del cargo no lo permite, pero estamos hablando de  cargos administrativos como call centers y no operativos, como por ejemplo un operario de planta de producción”.

A pesar de que adjetivos como la sensibilidad o capacidad de adaptación laboral no corresponden a temas de género sino más bien de personalidad de cada persona, frente a las ofertas de trabajo, los hombres con discapacidad visual se arriesgan más a postular que las mujeres. Stefany complementa, “nos ha pasado con candidatos hombres de Fundación Luz, cuando hay algún puesto de trabajo van y postulan directamente. Las mujeres, en cambio, se cuestionan más: si coinciden o no con el perfil; el tiempo que tendrán que destinar, porque no pueden dejar tiradas sus labores de la casa. Y también les preocupa que el trabajo quede cerca de su casa, para que los hijos no pasen tanto tiempo solos. Además, las mujeres más adultas buscan turnos que sean temprano, porque les da miedo regresar tarde y que les roben o les hagan algo, y esa inseguridad se ha manifestado solo en candidatas mujeres”.

A la inseguridad frente a un robo o abuso en la calle, debemos sumarle otro más: las propias dudas sobre las capacidades profesionales, que sufre gran parte de las mujeres. El famoso” síndrome del impostor”, cuando una persona siente que no está a la altura de las circunstancias y que lo conseguido ha sido el azar y no por méritos propios. Un fenómeno que sufren 3 de cada 4 mujeres profesionales y que tiene su origen en la educación recibida (de hecho los estereotipos de género interiorizados desde la niñez tienen mucho que ver al respecto); los sesgos, las creencias adquiridas y la certeza de tener que realizar el doble de esfuerzo para ser valoradas en el trabajo.

¿Cómo cambiamos esta situación?

Es muy importante que las mujeres sigan defendiendo sus derechos, estableciendo límites y empoderándose, pero también se hace primordial el rol de los hombres,  entender y vivir desde una nueva masculinidad. Es decir, que los hombres identifiquen comportamientos que les fueron traspasados de generación en generación, pero que en la sociedad actual ya no tienen cabida. Y abrirse a escuchar la experiencia de sus parejas, amigas, hermanas madres, hijas y compañeras, para re educarse, asimilando que son seres sensibles pero que han sido criados para no tener miedo, ni pena. Sentir que no necesitan ser fuertes o  valientes o duros todo el tiempo, y que pueden reaccionar con más emociones que únicamente la ira o la violencia. Es inhumano vivir reprimiendo las emociones, y los datos son lapidarios: la tasa de suicidio masculino es cuatro veces mayor que la femenina; los estereotipos y los mandatos sociales tienen vínculos con estos datos. 

Se hace primordial que las mujeres comiencen a ocupar cada vez más puestos de poder dentro de las organizaciones, y que la Ley de paridad también se aplique a la empresa privada. Stefany declara, “la identidad corporativa que pueda tener una organización es muy potente si sus directivas son mujeres y además madres, como pasa en la Fundación Luz. Son jefaturas que van a comprender cuando hablas de flexibilidad horaria o problemas con los hijos, porque ellas también tienen que compatibilizar trabajo y casa. Es desafiante e inspirador al mismo tiempo”.

Por otro lado, también es clave que las empresas públicas y privadas dentro de la búsqueda de paridad, incluyan además a mujeres con discapacidad en sus equipos de trabajo, y hagan un esfuerzo de probar a estas personas laboralmente, abriendo esa oportunidad y dejando atrás el perjuicio, n+poniendo fin a esta  doble discriminación.

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